Resulta complicado encontrar algo nuevo que contar en un
mundo tan saturado de información de todo tipo como éste pero, animada por el santo de mi novio y algunas amigas que siempre se fijan en mis uñas y me preguntan truquillos y consejos, me
he propuesto intentarlo.
Cuando navego, principalmente por Pinterest, buscando inspiración y nuevas técnicas para mis manicuras veo verdaderas obras de arte y me digo: “¿Has visto ésa, Ana? Es preciosa, a lo mejor podrías hacerte algo parecido. Sólo te falta tener algo de pulso y ciertas nociones de dibujo básico y paciencia para que luego se sequen todas esas capas y tiempo para cuando tengas que deshacerte de eses desastre y empezar otra vez de nuevo y… nah, olvídalo, busca otra que tenga dos colores como mucho.” Y eso, hablando de la mano izquierda, por supuesto. Porque en la derecha, teniendo en cuenta mi nulo control de la zurda, con no acabar con medio dedo pintado ya me doy por satisfecha.
Y os estaréis preguntando: "Si eres una negada, ¿cómo te has metido en este jaleo del nail art?" Bien, os lo contaré. Todo empezó una lluviosa tarde de... no, no,no, ¡esperad! No cerréis la pestaña todavía, resumiré un poco la historia para que esto no se convierta en una versión más de Cómo conocí a vuestra madre. Hará cosa de un año, no sé si era mañana o tarde ni si llovía o no, sólo recuerdo que estaba perdiendo el tiempo en Internet buscando swatches de algún esmalte nuevo para comprarme y encontré una imagen de una manicura que seguía un patrón geométrico. Me pareció preciosa y quise saber cómo la chica había sido capaz de hacerla tan perfecta. Investigando un poco, descubrí el maravilloso mundo de la estampación y me pareció asequible para mi nivel de torpeza, así me hice con el juego de placas de Cheeky en el que estaba el estampado que me había llamado la atención. Y así empezó todo.
A partir de ahí, empecé a perderme por los blogs de nail art que me fueron "creando" diferentes necesidades: los esmaltes de mil colores, acabados, texturas y efectos, las dotting tools, los degradados, el celo, las cintas de nail art... y mil cosas más. Y descubrí, que aunque algunas cosas seguirán estando fuera de mis nulas aptitudes artísticas, con un poco de práctica y cosas tan simples como un poco de celo, un alfiler o una esponjita de maquillaje se pueden hacer manicuras muy bonitas.
Así que aquí me tenéis, deseando compartir con vosotros un montón de ideas sencillas y conocer vuestras opiniones, trucos y sugerencias para seguir aprendiendo y mejorando. ¿Os animáis a acompañarme?
Un mordisquín!